Igual que los dioses, los espíritus son entidades inmateriales dotadas de inteligencia, voluntad y poder. Pero no es necesario incurrir en la equivocación de quien considera espíritu las entidades de los muertos evocados por los médium.
La diferencia entre dioses y espíritus consiste en el hecho de que mientras los dioses no están nunca al servicio de los hombres (salvando poquísimas excepciones), los espíritus pueden, en mayor o en menor grado, someterse a quienes los invocan de la manera correcta.
Por esta razón, los dioses pueden ser exclusivamente invocados por la plegaria: podemos dirigirnos a ellos para obtener el socorro y la bendición, pero ellos responderán únicamente por condescendencia o misericordia. En cambio, los espíritus pueden ser, en algunas condiciones, incluso fieles servidores y ayudantes.
La creencia en los espíritus se encuentra más o menos desarrollada en todas las tradiciones mágicas. Aunque son sobre todo los pueblos más primitivos y antiguos los que recurren con frecuencia a ellos, todos los magos, incluso en la actualidad, conocen diversas invocaciones para pedir su ayuda. Supongamos, por ejemplo, que una persona iniciada en la magia quiere obtener los favores de Barbatos, uno de los setenta y dos espíritus citados por Salomón en su conocido tratado Clavicula Salomonis, dada la predisposición de esta entidad a la reconciliación entre las personas y al restablecimiento de la serenidad y del clima amistoso.