CARACTERÍSTICAS QUE DEFINEN A UN MAGO


Las características fundamentales que debe poseer una persona que desea practicar la magia a nivel profesional son, en primer lugar, de orden estrictamente moral. Se necesita además, como ya hemos anunciado antes, una voluntad muy fuerte, una extrema disciplina, una inteligencia rápida y humildad. Todas estas cualidades permitirán a la persona interesada dedicarse a un estudio detallado y profundo de las prácticas mágicas.

Incluso para los aficionados, que en realidad pueden limitar los estudios, es indispensable el ejercicio de una correctísima moralidad.

La primera cosa que debe hacer el iniciado es emprender un serio trabajo sobre sí mismo. Utilizando las técnicas más adecuadas, deberá iniciar un descenso hasta lo más profundo de sí mismo, excavar en los meandros de su propia psique para liberarse del peso del tabú y de todos aquellos traumas que pudiesen constituir un lastre demasiado gravoso para él.

Únicamente mediante el conocimiento de uno mismo y descubriendo las propias cualidades y capacidades así como los defectos y limitaciones propios, será capaz de dirigir cada situación con plena seguridad.

No se trata evidentemente de una cosa sencilla, pero es indispensable. Se trata un poco como «despertar al dragón que duerme»: nadie puede conocer de antemano su naturaleza íntima y, sobre todo, nadie está capacitado para valorar la propia fuerza moral antes de que esta se ponga a prueba. Muchas personas llevan una vida respetable y correcta, pero sólo porque el destino no las ha puesto nunca a prueba. Si se hubiesen visto en algún trance de difícil solución es muy posible que no criticaran tan duramente a aquellas personas que por mala suerte o inexperiencia han cometido errores.

Recordemos además que aprender a comprender a las personas que nos rodean, saber aceptar y escuchar, es la mejor manera de empezar para los que quieren dedicarse a la magia. Pero en primer lugar me gustaría que quedara bien claro que es indispensable conocerse a fondo. Aquellas personas que, por ejemplo, emprenden con seriedad la práctica de la meditación —que como veremos se trata de uno de los ejercicios indispensables para la iniciación del mago— pueden encontrarse cara a cara con todas sus pasiones escondidas. A medida que vaya pasando el tiempo, irán tomando conciencia con más claridad de todos sus defectos y podrán buscar entonces la mejor forma de mejorarse a sí mismos.

En cualquier caso, tanto los iniciados como aquellos a quien la materia les inspira simplemente una cierta curiosidad, deben tener muy claro que es el objetivo (es decir, lo que se desea obtener), y sólo esto, lo que hace que cualquier práctica mágica sea benéfica o maléfica.

Mientras trabaja, el mago tiene que olvidarse de todos los deseos egoístas, a menos que quiera que no se realice lo que desea y que se desencadenen fuerzas negativas que difícilmente conseguirá dominar. Si las intenciones no son limpias, los resultados de cada práctica mágica pueden ser terribles, principalmente para quien la practica.

La persona que permanece esclavizada por sus propios instintos, prejuicios negativos y convenciones sociales, no podrá llegar nunca a conocer verdaderamente la magia.

Es necesario aprender a tener como únicos puntos de referencia la verdad y la justicia, sin sentirse por otro lado infalibles ni únicos. La presunción y la soberbia no tienen nada que compartir con el espíritu superior que el mago tiene que poseer.

Pero la magia es sobre todo, como ya he repetido, un conocimiento profundo de la realidad, tanto la visible como la invisible. Nadie puede considerarse brujo sólo por conocer algunas reglas o porque tiene una cierta idea de algunos rituales más o menos efectivos.

Concluyo recordando que para llegar al conocimiento mágico es necesario poseer cuatro cualidades fundamentales: la inteligencia iluminada por el estudio, la audacia intelectual, la voluntad inflexible y la discreción.

Saber, osar, desear y callar son los cuatro verbos que describen, con una fórmula fácil de recordar, el comportamiento que se debe mantener en todo momento y lugar para practicar la magia de la manera más correcta posible. No debemos creer que el aficionado debe corresponder perfectamente, ya desde un principio, a este modelo de comportamiento: para empezar, sólo es necesario estar dispuestos a trabajar dura y constantemente. Si pregonamos pereza y negligencia, conseguiremos fortificar y moldear nuestra personalidad de manera que nuestra actitud obedezca a las cuatro reglas de comportamiento.


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