Santa Inés de Montepulciano se hizo famosa por los signos sobrenaturales que acompañaron su crecimiento en santidad.
Esta es una oración muy antigua que rezaban las personas que habían sido abandonadas por su pareja o habían sufrido una ruptura sentimental y deseaban recuperar a su ser amado. Hazla con mucha fe y no tardarás en obtener resultados positivos.
ORACIÓN
Santo Ángel de la Guarda de ............
que gusto no tenga hasta que a mi casa no venga.
Santo nombre de .................
tranquilidad no le des hasta que a mi lado no esté.
Santo, ¡Oh!, santo de mi nombre y devoción,
que me tomé mucho cariño e ilusión.
San Salvador de Horta,
que se contente conmigo eso es lo que importa.
Anima de San Juan Minero,
que me quiera como yo lo quiero.
Santa Inés del Monte Perdido,
devuélveme el cariño de ......................
que se ha ido.
Espíritu, cuerpo y alma de ....................
que desde este momento no tenga más gusto,
más ilusión que para mí.
Espíritu cuerpo y alma de ...........
que su amor, su cariño, su fortuna, sus caricias,
sus besos, todo sea para mí,
que todo él no sea más que para mí.
Cuerpo y alma de ..........
no has ir ni a querer a ninguna otra mujer
más que a mí.
Espíritu de San Cipriano, tráemelo.
Espíritu de Santa Elena, tráemelo.
Espíritu de santa Marta, tráemelo.
Espíritu de la Caridad del Cobre tráemelo.
Virgen de Covadonga,
que me traigas a .................
Así sea.
A continuación reza 3 Ave María
en honor de la Santa.
Santa Inés nació en 1268 en una familia adinerada. Se unió al convento en su ciudad natal siendo todavía una niña y se aplicó vigorosamente a la oración y la formación. Tenía mucha sabiduría, incluso cuando era joven, y se le encomendó el papel de abadesa del convento cuando tenía 14 años.
El comienzo de Santa Inés como Abadesa estuvo marcada por un milagro de "maná", una sustancia misteriosa compuesta de pequeños copos blancos en forma de cruces.
De hecho, los milagros celestiales parecían confirmar muchas de sus virtudes: su amor por la Eucaristía, que recibió milagrosamente de la mano de un ángel durante nueve domingos seguidos; su tierna devoción a Nuestra Señora, que una vez se le apareció y le permitió sostener al Niño Jesús; su recuerdo de la Pasión de Cristo, una vez recompensado por un ángel que le dio un puñado de tierra del Jardín de Getsemaní.
La generosidad de Santa Inés para con los pobres no agotó las reservas comunitarias, ya que varias veces las provisiones que entregaba se multiplicaron milagrosamente, y su caridad para con los que sufrían tuvo un efecto práctico en la liberación de personas poseídas y la conversión milagrosa de los pecadores.
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