El conejo es un animal cuya esencia y energía pueden parecer paradójicas. Aparece tanto en los mitos como en las tradiciones populares, pero dependiendo de la cultura se le percibe de muy diversas maneras.
En la mitología griega estaba relacionado con la diosa Hécate, en tanto que en los jeroglíficos egipcios se le relaciona con el concepto del ser. Por su parte, los antiguos hebreos lo consideraban un animal impuro debido a su lascivia (Deuteronomio, 14:7), mientras que «entre los indios algonquinos, la Gran Liebre es el animal demiurgo». En China, el conejo es uno de los doce signos astrológicos, siendo considerado de hecho el más afortunado de todos, puesto que dicen que trae a aquellos que nacen bajo su signo la capacidad para poseer los poderes de la luna. Además, dicen que las personas conejo son muy sensibles y artísticas, y que están dotadas de ambición y delicadeza, virtudes qué les da el hecho de vivir en la luna.
El conejo es de sobra conocido por su inigualable capacidad procreadora, así como por su velocidad y su habilidad para dar grandes saltos, pues es a saltos como se desplaza; por lo que no debería de extrañar a las personas con este tótem que todos sus esfuerzos en la vida avancen mediante sucesivos altibajos.
Los conejos suelen habitar zonas de matorrales y hierbas altas, y están activos tanto de día como de noche, aunque es más fácil verlos al amanecer y al atardecer, momentos del día vinculados con el Reino Feérico; por lo que el conejo es un animal que puede llevarte, casi sin que te des cuenta, al Reino de las Hadas. Este hecho quedó simbolizado en el relato de Lewis Carroll en Alicia en el país de las maravillas, en el que Alicia sigue a un conejo blanco por un agujero para introducirse en un asombroso mundo lleno de aventuras.
Los conejos y los ratones son dos de las presas más comunes de los depredadores, por lo que la Naturaleza les compensa con una desmedida fertilidad. De hecho, los conejos pueden tener entre dos y cinco camadas cada año, normalmente compuestas cada una de ellas por entre tres y seis crías, motivo por el cual el conejo ha sido desde siempre un símbolo de la sexualidad y la fecundidad.
La madre solo alimenta a las crías por la mañana y por la noche, y se pasa el resto del día alimentándose fuera del nido, comportamiento con el cual pretende proteger a las crías, al no atraer la atención sobre ellas. Por desgracia, mucha gente se encuentra con crías de conejo cuando la madre está ausente y, creyendo que las han abandonado, se las llevan.
En el plazo de un mes, 28 días exactamente, las crías ya son capaces de sobrevivir por sí solas, pudiendo quedarse en el nido si lo desean, pero asumiendo su propio cuidado; si bien la madre puede echarlas finalmente del nido en caso de que llegue una nueva carnada. Este período de 28 días refuerza la idea de la conexión lunar del conejo; de modo que si un conejo aparece en tu vida como tótem se iniciará con él un ciclo distinto en tu vida que podrá prolongarse en torno a los 28 días.
Las dos especies de conejos más comunes son el conejo de cola de algodón y la liebre de montaña. El conejo de cola de algodón tiene las orejas más cortas que la liebre y mantiene el mismo pelaje durante todo el año, en tanto que la liebre de montaña cambia de pelaje durante el invierno, aclarando su color hasta convertirse en blanco en algunas de ellas. En cualquier caso, ambas especies saltan y brincan, por lo que las personas con este tótem llevarán una vida a base de saltos y brincos en diversos grados; su vida no seguirá un proceso gradual y progresivo, si bien los saltos no durarán más de lo que dura un ciclo lunar (28 días).
Aunque muchas personas relacionan el miedo con el conejo, lo cierto es que estos animales disponen de increíbles capacidades defensivas, capacidades que convendrá que apliquen las personas que los tienen como tótem.
Los conejos construyen pequeñas madrigueras en las que se ocultan y descansan, escarbando el suelo o las hierbas hasta formar un agujero no muy profundo con una abertura frontal y otra posterior para escapar si es necesario. De ahí la conveniencia de que la gente conejo planifique y evalúe sus posibilidades.
Si un conejo ha aparecido en tu vida, quizás tengas que planificar mejor o evaluar los planes que tienes activos en estos momentos, pues no te va a gustar nada verte de pronto arrinconado.
Los conejos utilizan una estratagema para no ser vistos, que consiste en quedarse absolutamente inmóviles, congelados; pues saben que cualquier movimiento puede ser detectado a gran distancia por los depredadores. De modo que, si estás inmerso en algún tipo de competición, sea laboral o de entretenimiento, convendrá que no anuncies tus movimientos.
Los conejos también son muy hábiles en sus movimientos, haciendo giros y cambios de dirección extremadamente ágiles y rápidos, y pueden ser sumamente veloces cuando emprenden la huida. Así pues, pasar de un estado de inmovilidad a otro de gran velocidad es algo que convendría que aprendieran todos los que tienen al conejo como tótem, pues les permitirá sacar provecho de unas oportunidades que quizás solo se les presenten por breves momentos.
Los conejos son vegetarianos, por lo que convendrá que los que tienen al conejo como tótem revisen sus hábitos alimentarios. Lo aconsejable sería, cómo no, una dieta vegetariana, aunque solo sea temporalmente.
El conejo te puede enseñar a detectar las señales que aparecen a tu alrededor, te puede ayudar a sintonizar con el ciclo lunar y a reconocer las mareas en tu interior; lo cual, a su vez, te proporcionará una vida más fértil.
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