SAN AGUSTÍN, SU ORACIÓN JESÚS ES DULZURA Y AMOR PARA HACER UNA PETICIÓN MUY ESPECIAL

 
ORACION JESUS ES DULZURA Y AMOR
(SAN AGUSTIN)

¡Oh Salvador mío,
fuente inagotable de dulzura y de bondad!

 No piense yo más que en Vos.
Cuando al mismo tiempo que a Vos
se ama cualquiera otra cosa,
ya no se ama,
¡Oh Dios mío!, con verdadero amor.

¡Oh amor lleno de dulzura,
dulzura llena de amor,
amor exento de penas
y seguido de infinidad de placeres;
amor tan puro y tan sincero
que subsiste en todos los siglos;
amor cuyo ardor
no hay cosa que pueda apagar ni entibiar!

¡Jesús, mi adorable Salvador,
cuyas bondades,
cuyas dulzuras son incomparables,
caridad tan perfecta
como que sois nada menos que mi Dios!


 Véame yo abrasado en vuestras divinas llamas,
de suerte que no sienta ya más
que aquellos torrentes de dulzuras,
de placeres, de delicias y de alegría,
pero de una alegría enteramente justa,
enteramente casta, pura, santa
y seguida de aquella perfecta paz
que solamente en Vos se encuentra.

 Sea yo abrasado en las llamas de aquel amor,
¡Oh Dios mío!
con todo el afecto de mi corazón y de mi alma.

 No quiero, bien mío,
no quiero en lo sucesivo
más amor que el vuestro.

 Amén.

Hacer la petición especial que se quiera conseguir
mediante la intercesión de san Agustín, y rezar
tres Padrenuestros, tres Avemarías y tres Glorias.

San Agustín de Hipona (354-430)

Padre y Doctor eximio de la Iglesia (doctor de la Gracia).

Entre las páginas más bellas y conmovedoras que han salido de la pluma del gran Doctor de la Iglesia, San Agustín, deben contarse aquéllas en los que relata su conversión, y que se encuentran en el libro de sus Confesiones:

"Me veía enfermo y atormentado, reprendiéndome a mí mismo con mucha mayor aspereza que la acostumbrada, y dando vueltas y más vueltas en los mismos lazos que me oprimían, hasta que se acabase de romper todo aquello por donde estaba aprisionado, que era ya muy poco, pero no obstante me tenía aún preso.


Y Vos, Señor, usando conmigo de una severidad llena de misericordia, allá en lo interior de mi alma me estimulabais para que me diese prisa, redoblándome los azotes que padecía del temor y la vergüenza, para que no cesase en procurar romper aquello poco y tenue que restaba de mis prisiones; no sea que volviese a rehacerse y fortificarse, y me atase entonces más fuerte y apretadamente.

"Yo decía en mi interior: ¡Ea, hágase al instante! ¡Ahora mismo se han de romper estos lazos, y además de decir esto, deseaba ya y me agradaba ejecutarlo. Ya casi lo hacía, y, realmente lo dejaba de hacer; pero no volvía a caer y enredarme en los antiguos lazos, sino que estaba parado junto a ellos, como tomando aliento para acabar de romperlos.

Volvía a procurar con más esfuerzo llegar hasta aquel estado que deseaba y casi estaba ya en él, casi ya le tocaba, casi ya le tenía, pero real y verdaderamente ni estaba en él, ni le llegaba a tocar, ni le tenía, por no acabar de resolverme a morir para todo lo que es muerte y sólo vivir a al verdadera vida: porque tenía mayor poder sobre mí lo malo acostumbrado, que lo bueno desusado.

Finalmente, cuando más se iba acercando aquel instante de tiempo en que había de ser ya muy otro, tanto me causaba mayor miedo y espanto, pero no me hacía retroceder ni apartarme del intento. sino suspenderme y detener el paso.

"Las cosas más frívolas y de menor importancia, que solamente son vanidades, esto es, mis amistades antiguas, esas eran los que me detenían y como tirándome de la ropa, parece que me decían en voz baja: Pues que  ¿nos dejas y nos abandonas? ¿Desde este mismo instante no hemos de estar contigo jamás? ¿Desde este punto no te será permitido esto ni aquello?
 
Pero qué cosas eran las que me sugerían, y yo explico solamente con las palabras esto y aquello! ¡qué cosas me sugerían, Dios mío! ¡ Apartad, Señor, por vuestro siervo y de mi memoria aun la idea de las suciedades e indecencias que me sugerían!"
 
Y pocas líneas más abajo añade:
 
—"Se me descubría la excelente y virtud de la contingencia que se me representaba con un rostro sereno, majestuoso y alegre, con cuya gravedad y compostura honestamente me halagaba para que llegase adonde ella estaba y desechase enteramente todas las dudas que me detenían. Además de esto, extendía sus piadosos brazos para abrazarme y recibirme en su seno lleno de gran multitud de continentes, con cuyos ejemplos me alentaba.
 
Allí había innumerables personas de diferentes edades; allí una multitud de mozos y doncellas; allí otros muchísimos de mayor edad, venerables viudas y vírgenes ya ancianas; pero en todas estas innumerables personas no era la continencia y castidad estéril, antes bien, era la fecunda y abundante de alegrías y gozos espirituales, nacidos de teneros a Vos por esposo.
 
Y la continencia, como burlándose de mí con una risa graciosa que convidaba a seguirla, parece que me decía: "Pues qué ¿no has de poder tú lo que han podido y pueden todos estos y estas? ¿Por ventura lo que estos y estas pueden, lo pueden por sus propias fuerzas, o por las que gracia de su Dios y Señor les ha comunicado?.
 
Su Dios y Señor les dio la continencia: pues yo soy dádiva suya, ¿Para qué te apoyas en tus propias fuerzas, si estas no te pueden sostener ni darte firmeza alguna?.
 
Arrójate con confianza en los brazos del Señor, y no temas: que no te apartará para dejarte caer. Arrójate seguro y confiado, que El te recibirá en sus brazos y te sanará de todos tus males".
 
Y Giovanni Papini comenta:
 
"Por esto (San Agustín) es uno de los pocos que no nos han dejado nunca, y que viven, se diría, a nuestro lado. En él tenemos al Bienaventurado, es decir al huésped y al que goza de lo eterno...
 
Pero tenemos también al hombre, todo el hombre, un hombre que se asemeja a nosotros. a quién por momentos lo divisamos todo transfigurado y fulgente en la ciudad celestial, pero que le hallamos siempre como un hermano nuestro que ha conocido nuestras miserias, que ha pecado por nosotros, que ha llorado como un niño, que se ha enamorado como cualquier adolescente, que ha sentido la amistad como cuando jóvenes la hemos sentido nosotros, que ha sido orgulloso como lo somos todos, que ha descendido a los pozos donde todavía chapoteamos y que nos enseña el camino para salir y nos alarga la mano firme y cálida para ayudarnos".
  

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