SAN CHARBEL, ORACIÓN PARA PEDIR POR LA SALUD DE UN ENFERMO


ORACIÓN PARA PEDIR
POR LA SALUD DE UN ENFERMO
 
Tú Señor, que no quieres la muerte del pecador,
sino que se arrepienta y viva,
dígnate aceptar los sufrimientos y las angustias

de tu hijo (a) (se dice el nombre)
afligido (a) por la enfermedad.

Por la intercesión de San Charbel,
apóstol de los enfermos,
concédenos valor y paciencia en la enfermedad;
y si es tu voluntad,
otórganos la salud del alma y cuerpo
manifestando tu poder de amor y compasión.

 
Para que sano y alegre
cumpla tus mandamientos
y proclame tus maravillas.

¡Oh, Señor!, Dios nuestro,
a ti sea la Gloria ahora
y por los siglos de los siglos.

Amén
 

Charbel Makhlouf, santo monje maronita, nació en el Líbano el 8 de mayo de 1828, y murió setenta años después.
 
No se trata de una figura legendaria, adornada por la fantasía de sus admiradores, sino de un hombre fallecido a fines del siglo pasado.
 
Su cuerpo puede ser visto en nuestros días: permanece expuesto a la admiración popular en una urna de cristal, todavía entero e incorrupto.

 
El Líbano es un pequeño estado moderno, libre, creado después de tantas guerras y convulsiones que ha sufrido en los últimos siglos. Colinda con la Palestina y con el mar Mediterráneo, y está rodeado por el territorio de Siria, que también es independiente.
 
En sus montes crecen todavía los famosos cedros de que habla la Biblia. Su capital es Beirut, a orillas del mar. El país es, en su parte más baja, una fértil llanura regada por numerosas corrientes que bajan de dos cadenas de montañas (el Líbano y el Anti-Líbano) cuyas cumbres, con más de tres mil metros de altura, suelen verse enteramente blancas por los mantos de nieve que las cubren. Allí estuvo la antigua Fenicia.
 
Un santo muy antiguo, San Marón, estableció cierto rito religioso (o modo de celebrar la liturgia) utilizado por los monjes contemplativos que habitan en las faldas de aquellas hermosas montañas, y que hoy conocemos como "rito maronita".
 
Uno de esos monjes ermitaños fue el Padre Charbel Makhlouf, que vivió gran parte de su vida religiosa en el monte Annaya, a 1,400 metros de altitud sobre el nivel del mar, entre un bosque de encinas seculares.
 
Después de la muerte del Padre Charbel, los peregrinos comenzaron a visitar su tumba, y a solicitar su intercesión sobrenatural para remediar sus males incurables. Los casos de salud observados en muchos enfermos desahuciados, son incontables, pero de algunos hay testimonios insólitos. Por ejemplo, el de la señora Mountaha Daher Boulos, libanesa, habitante de Beyrut.
 
El primer testimonio lo da ella misma por escrito el 17 de mayo de 1950. Dice:
 
"En 1901 tenía yo un año de edad, cuando sufrí un ataque de fiebre tifoidea que me provocó un tumor en el omóplato izquierdo; y este tumor creció de día en día y de año en año..."
 
Luego refiere cómo visitó la tumba del Padre Charbel el 11 de mayo de 1950, para pedirle que preservara sus ojos y su salud, pues era costurera y tenía que mantener a dos huerfanitos.
 
- "Tres días después —dice— el tumor había desaparecido".
 
De los muchos testimonios que certifican la verdad de este prodigio, citaremos los tres más notables: el del doctor Felipe Chedid, médico de la Cruz Roja libanesa; el del padre Emilio Moubarak, arcipreste de la parroquia de San Marón, de Beyrut, y el del inspector Nakhlé Ayub, de la policía secreta libanesa. Los tres certifican punto por punto la repentina e inexplicable desaparición del tumor de la señora Mountaha Daher Boulos.
 
Otro caso asombroso es el de la joven Hosn Mohair, del pueblo libanés de Chouaifate, que tenía la pierna derecha mucho más corta que la izquierda, y que después de visitar la tumba de Makhlouf quedó con ambas piernas normales. Esto lo certifican dos musulmanes (Hazem Assouki y Hamid Assouki, militares); un ateo (el emir Malik Erselan, hermano del embajador de Líbano en Moscú), y varios cristianos, todos ellos dignos de crédito y bajo juramento de decir verdad.
 
Todos estos testimonios y muchos datos más aparecen en el libro Vie, survie et prodiges de Permite Charbel Makhlouf, ediciones SPES, París, 1953. El autor es P. Daher, y la obra tiene aprobación eclesiástica del superior de la Orden Libanesa Maronita, del Delegado Patriarcal Plenipotenciario, y del Subpromotor general de la Fe, en Roma.


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