SAN LUIS MARÍA DE MONTFORT, ORACIÓN PARA DOMINARSE EN LOS MOMENTOS DE AFLICCIÓN Y DESESPERACIÓN


¡Oh Glorioso San Luis de Montfort!
Santo mío, y fortaleza mía,
cuya devoción a Jesús Sacramentado
 y a la Santísima Virgen María
me llena de devoción y me lleva a imitarte.
 
¡Oh Benigno defensor de los huérfanos,
de los pobres, de los más indefensos, 
ayúdame a ser paciente, dulce y acrecientes en mi
las virtudes que sean gratas a Dios.


 
Cantor del Sagrado Corazón,
Predicador de la cruz elocuente,
Apóstol del Santísimo Rosario,
Hombre de oración,
cautívame para que pueda controlar
mi carácter, mi temperamento,
alejando de mi la furia y la ira
en los momentos difíciles
en que alterado y sin sosiego
mi comportamiento sea el adecuado,
acrecienta en mi la paz del espíritu.
 
Fiel imitador de Jesucristo,
Prodigio de la mortificación,
Devoto esclavo de Jesús en María,
Campeón intrépido de la verdad,
nunca dejes que las circunstancias
por muy adversas que sean me venzan,
antes bien, dame valor y fortaleza
para que en la dificultad, me crezca
y ante los problemas gane en valentía.
 
Amante apasionado por la pobreza,
fanático infatigable de la gloria de Dios
y de la salvación de las almas,
poseedor de la verdadera sabiduría,
restaurador de los templos del Señor,
incentívame a orar con todo mi corazón,
y hacer penitencia con amor,
para que logre encontrar el sosiego,
y consiga llevar a cabo
mi verdadera transformación.
 
San Luis María de Montfort,
se mi roca en la aflicción
y protégeme de todo mal,
por los siglos de los siglos.
 
Amén. 

Pedir el favor especial que se desea conseguir.

Rezar Padrenuestro y Gloria. 

Esta oración se hace tres días seguidos.

Las Hijas de la Sabiduría

En las instrucciones enviadas por Luis María de Montfort a dos de sus hijas cuando éstas fueron a la Rochelle, prescribía:

 
"Que la vuestra sea una Comunidad de la Sabiduría para la Instrucción de los Niños y el Alivio de los pobres."
 
En los estatutos que Montfort les dio en el mes de agosto de 1715, se precisa que la finalidad general de dicha comunidad es la adquisición de la Divina Sabiduría, y la finalidad especial, la instrucción de los niños, la atención de los pobres en los hospitales y fuera de los hospitales; en fin, la dirección de las casas de retiro. Pero, ¿por qué decidió Montfort llamar a su Congregación "de la Sabiduría"?
 
Porque, por la lectura del Evangelio sabía que siempre fueron los pobres el objeto del amor más vivo por parte de Cristo.
 
¿No había realizado el sentido del texto del profeta Isaías que dice: "El Espíritu del Señor está sobre mí, me ha elegido para evangelizar y socorrer a los pobres"?
 
Pero este Jesús de Nazaret, hijo de María, que nos descubre su misión plena de misericordia, es también el Hijo de Dios y como Hijo de Dios lleva un nombre. Él es el Verbo, la Sabiduría del Padre, la Sabiduría Eterna.
 
Si, pues, Jesús, que es la Sabiduría Eterna y Encarnada, se ha complacido en enseñar y servir a los pobres, las religiosas de Montfort deberán ser continuadoras de su misión y no podían encontrar un nombre más apropiado.
 
Por ello, Montfort, que va siempre a lo profundo de las cosas, llama a sus religiosas "Hijas de la Sabiduría". Es decir, Hijas de Jesús, Sabiduría Eterna Encarnada y Crucificada. Y por esto quiere que lleven un crucifijo sobre el pecho.
 
Montfort desea que la misión de las Hijas de la Sabiduría en la Iglesia sea la de revivir, continuar y reproducir la Sabiduría de Jesús. Este pensamiento principal del Fundador está expresado en su obra: "El Amor de la Sabiduría Eterna". Montfort precisa allí el fin de su espiritualidad, y nos hace conocer el mejor medio de encontrar una perfecta devoción hacia la Santísima Virgen.
 
Después de haber obtenido de Monseñor Champflour la aprobación de los estatutos, el 19 de agosto de 1715, Montfort organizó inmediatamente su Congregación. Del 15 al 23 de agosto ordena a sus Hijas un retiro que culmina con la profesión canónica de la Madre María Luisa de Jesús y de Catalina Brunet (Hermana de la Concepción), y por la toma de hábito de dos novicias: María Regnier y María Valleau.
 
Algún tiempo después, el fundador se llena de alegría: ha podido escuchar en conversaciones callejeras lo que hablan algunas muchachas:
 
—¿A qué escuela vas tú?
 
—A la de las Hijas de la Sabiduría.
 
—¡Yo también! Es allí donde he comprendido por primera vez y a la perfección, lo que significa la palabra consuelo, la palabra corazón y la más bella de todas las palabras: sabiduría.
 
En realidad, tal palabra, que a veces pierde su verdadero significado, había sido destinada para la Fundación del Padre Montfort, que así podía comprender sus recónditas significaciones.
 
Para terminar estas líneas conviene mencionar la extensión actual de la Congregación montfortiana. Sus establecimientos apostólicos y sus misiones cubren Europa (Francia, Italia, Bélgica, Inglaterra, Holanda, Dinamarca, Suiza, España, Irlanda, Escocia); llegan a América (Canadá, Estados Unidos, Haití, Colombia), alcanzan al África y al lejano Oriente (Congo Belga, Mozambique, Madagascar, Borneo), y seguirán extendiéndose en el mundo.

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