LA DIVINA PASTORA, ORACIÓN PARA CONSEGUIR UN RUEGO MUY DIFICIL Y URGENTE


Santísima Madre de Dios, Virgen Hermosa,
Divina Pastora de la almas,
ruega hoy a Dios por mi,
con todo tu amor infinito,
con toda tu bondad,
con toda tu dulzura y suavidad,
para que pose sus ojos sobre mi
y quede bendecido con su poder.
 
Santa María, Divina Pastora,
un día más, necesito de tu divina intercesión,
necesito tu ayuda, tu compresión,
tu maternal protección y ayuda,
y te la pido lleno de fe,
confiando totalmente en tu bondad,
con toda devoción hacia ti,
porque nadie conseguirá igualar nunca
la divina protección y ayuda que tu prestas a tus hijos.
 
Divina Pastora, he aquí a tu oveja,
pecadora pero enmendada,
que pide que la cubras con tu divino manto,
para poder obtener hoy,
la súplica que tanta urgencia necesito
para poder seguir adelante en el duro camino,
que me he propuesto conquistar,
y que con tu inestimable ayuda,
lo difícil se ha de convertir en fácil y llevadero. 

Lo que hoy necesito de ti,
tu mejor que nadie lo conoces,
y solo con una sonrisa de tus labios,
ha de ser aceptado por Dios Nuestro Señor. 

Divina Señora, Divina Pastora,
concede hoy a esta oveja tuya
tu bendición para que alcance conseguir
los logros que con tanta confianza
a tus preciosos pies deposito.
 
(realizar la petición)
 
Tu humilde devoto, queda a tus expectativas
confiado y agradecido.
 
Amén.
 
 
LOS COMIENZOS DE LA DEVOCIÓN
A LA DIVINA PASTORA

Hasta el año de 1703 nadie había venerado a María Santísima, ni invocado su poderoso patrocinio en imagen y título de Pastora de las almas, pero desde aquella feliz época han sido, y son diariamente tales los progresos de este culto y piadosa invocación, que no podemos dudar haya sido inspirada por Dios Padre de las luces, de quien dimana todo don perfecto, ni tampoco de que haya sido sostenida y acrecentada por Jesucristo, que celoso cual verdadero y legítimo Hijo de las glorias de su Santísima Madre, formó y suscita diariamente varones piadosos, que con su celo le hayan dado todo el incremento con que hoy vemos extendida esta devoción.

La provincia de Capuchinos de Andalucía se adelantó, y fue la primera en tributar a María el culto tan grato a esta Señora, bajo el título de Pastora de las almas.
 
Nadie puede disputarle esta gloria. Allí nació, entre sus alumnos se extendió, y de allí se propagó este culto religioso a toda clase de gentes, a toda región, en términos que la voz amorosa de Pastora resuena ya hasta los últimos fines de la tierra, cruzando de oriente a poniente y del septentrión al mediodía.

Dicha provincia, fecunda siempre de varones apostólicos, que sirviendo de honor y de gloria al claustro capuchino, han trabajado y trabajan infatigables por acrecentar, apacentar, y sostener el rebaño de Jesucristo, contó en aquel siglo entre sus hijos al insigne apostólico y venerable misionero Fr. Isidoro de Sevilla, cuyo solo nombre honra los anales de aquel lugar, y aun está esculpido en los de toda la Iglesia católica, que jamás olvidará el nuevo lustre que la dio con sus virtudes, y con sus tareas apostólicas.
 
San Isidoro de Sevilla fue el primero que comenzó invocar el nombre de María con el título de Pastora: él hizo que el pincel se emplease por primera vez, en ofrecer a nuestra adoración las Imágenes de María, que en estatuas, o en pinturas, denotasen el traje pastoril con que esta Señora se adorna y atavía para salir, según el mandato de su Esposo, a apacentar sus ovejas junto a los tabernáculos de los Pastores.

Tomando dicho varón apostólico este texto de los Cánticos por tema para predicar el día 8 de Septiembre del año de 1703 en la ciudad de Sevilla, lo expuso con tanta sabiduría, con tal fervor, y con tanta unción del Divino Espíritu, que al instante aquella ciudad, decidida siempre por la devoción y el honor de la Reina del cielo, comenzó a invocar su protección, y a venerarla y honrarla con el título de Pastora mística de las almas.

Viendo él mismo el buen principio que había tenido esta institución santa, tomó a esta Señora por Patrona de sus misiones, llevándola ya en ellas por guía y directora de la grey del buen Pastor; la cual, al tiempo mismo en que se reunía para apacentarse con el pasto de la divina palabra, alababa y bendecia a su celestial Pastora, resultando la mayor gloria de María, el fruto copioso de su fervorosa predicación, y la salvación de muchos que por este medio, de la misericordia Divina, salieron del estado lastimoso de condenación, a que por sus culpas estaban destinados.
 
Acrecentado rápidamente el rebaño de esta Divina Pastora, fue ya preciso e indispensable formar un redil sagrado, en que reunido, estuviese a cubierto de los asaltos del lobo infernal, con cuyo objeto el infatigable y Venerable Isidoro de Sevilla fundó varias cofradías y hermandades de corderos místicos de la Divina Pastora.

Fundó la primera en su misma patria, la ciudad de Sevilla, en el día 23 del mismo mes y año, con aprobación de la Santa Sede, que concedió a dicha hermandad todas las gracias e indulgencias que estaban ya concedidas a las hermandades mas célebres.

La segunda sé fundó en Carmona el año de 1706, para cuyo fin se erigió un magnífico retablo, en que fue colocada la imagen de la Divina Pastora.

La tercera se estableció en Utrera en el siguiente año, en donde al retablo e Imagen de singular gusto, se añadió un camarín que les diese nueva hermosura.

La cuarta en Jerez de la Frontera el año de 1713, colocando dicha Santa Imagen en la parroquia de San Dionisio.

Herederos posteriormente los Padres de aquella santa provincia del celo, fervor, y devoción con que San Isidoro de Sevilla fundó, y extendió la invocación y el culto de María con el título de Pastora, trabajaron siempre, y trabajan en el día, por conservar y aun acrecentar este culto religioso, en términos que no hay Iglesia de sus conventos en que no sea venerada la Divina Pastora; ni tampoco hay pueblo o ciudad, en que habiendo hecho sus Misiones, no hayan dejado eternizado e indeleble el amor, la devoción y el culto a María Santísima con el título de Pastora.

Concluyamos con decir, como cosa ya indubitable, que tanto en América como en la Península, se ha extendido hasta los últimos términos la devoción y culto de la Madre del buen Pastor Jesucristo; y de aquí es conocido y respetado ya este sagrado título, en cuya alabanza se componen himnos, se hacen Novenas, y los Oradores sagrados apuran todos los recursos de la invención, y la elocuencia, para elogiar de todos modos a la Madre de Dios con el título y advocación de Pastora.
 

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