VIRGEN DEL MAR ROJO, ORACIÓN PARA LOS QUE SON ACUSADOS FALSAMENTE, DESACREDITADOS E INJURIADOS

 
 
ORACIÓN
 
Gloriosa Virgen María,
que bajo la advocación
de Nuestra Señora del Mar Rojo
atiendes y proteges a tus devotos,
se hoy para mi protectora y consuelo
de mis penas, problemas y aflicciones.
 
Santa María, bendita y Milagrosa,
que durante tantos años has concedido
tantas súplicas y peticiones,
escucha hoy a este hijo tuyo desconsolado
que acude a ti en busca de amparo,
de tu bondad y divina misericordia
para encontrar una solución
a tanta desdicha causada
por la maledicencia de mis enemigos.
 
¿Quién mejor que tu conoce de mi, Santa Madre?
¿Quién mejor que tu, sabe de las injurias
a las que estoy sometido falsamente?
Solo tu, por tu generosa intercesión,
por tu bondad infinita
puedes hacer justicia y solucionar la causa
por la que acudo a ti
buscando tu maternal protección.
 
Una palabra tuya ante tu Hijo,
a quién adoro con todo mi corazón,
bastará para que mi nombre quede limpio,
para que mi honor quede restablecido,
para que quede demostrado que mis enemigos
han obrado mal, han calumniado mi nombre,
y me han perjudicado gravemente.
 
Señora mía, mi estado de ánimo,
es muy bajo y no quiero caer
en la bajeza de devolver el mal
con el que he sido perjudicado gravemente,
antes bien, solicito tu ayuda,
para que seas tu mi defensora,
y para que pongas tu justa mano
donde hasta el momento no ha existido.
 
Se que me escuchas, santa Madre,
que tu piedad es infinita
y que obtendré la respuesta que espero,
que necesito, que ansío,
porque mi fe en ti, no tienes límites,
porque siempre has sido gloriosa defensora
de los que ante ti, comparecemos.
 
Santísima Virgen de Mar Rojo,
no desoigas mi súplica,
apiádate de este tu devoto hijo,
e intercede a mi favor hasta que mi causa
sea resuelta y pueda recuperar mi estima,
cuando mi honestidad quede restablecida.
 
Tu eres mi mejor testigo.
 
Amén.
 
Se encuentra en Francia, en el país de Berry, un islote poblado de numerosos árboles, en especial de encinas, formando un gran lago conocido en toda aquella comarca con el nombre del Mar Rojo.

La Virgen María, que en todas épocas ha dispensado su poderosa protección para los pueblos que sinceramente han procurado seguir la doctrinas Jesús, cumpliendo con los preceptos que el Redentor impusiera a los que deseen ser sus verdaderos discípulos, quiso distinguir a los piadosos habitantes de Berry con un alto y singular favor, por el que siempre agradecidos la han alabado como Emperatriz de los cielos y Madre misericordiosa del género humano.

Había en otro tiempo por aquellas regiones una hermosa mansión feudal perteneciente al noble caballero de Bouchet.

Era éste muy devoto siervo de la Virgen, y la fama de las apreciables virtudes que adornaban su buen corazón atraía al castillo multitud de pobres y necesitados que eran siempre socorridos con gran generosidad.

La caridad, sol brillante cuyos rayos animan y vivifican el mundo entero; el amor al prójimo por el amor a Dios, ha hecho por doquier la felicidad de inmensas familias traicionadas por la mala suerte, cruel e inconstante.

¡Pobre humanidad si al morir el Hijo de Dios por su afecto a sus hermanos no hubiera hecho germinar en todos los corazones esa hermosa semilla que tantos sabrosos frutos produce, y tantos dulces consuelos!

La piedad del ilustre Sr. de Bouchet, se hizo acreedora pronto a recibir del cielo los preciosos dones con que favorece a sus hijos predilectos.

Un día el noble castellano había abandonado su morada, dirigiéndose al monte y distrayéndose en la caza, a la que mostraba gran afición.

Se le había extraviado su halcón favorito, y marchando en su busca atravesando los bosques llegó hasta el mencionado islote.

En el hueco de una gran encina encontró entonces al ave, y empezó a llamarla para que acudiera a su mano.

A la primera insinuación, y a la mas pequeña indicación de su dueño había acudido otras veces el halcón, pero aquel día con sorpresa del noble Bouchet, sin atender a sus señas ni escuchar sus voces, permaneció en la encina no atendiendo a sus reclamos.

Le llamó la atención al caballero la conducta de su querido halcón y viendo que no podía lograr que dejara el ave el hueco de la encina, se encaminó hacia ella, registró con curiosidad el árbol, y contempló con sorpresa que había junto al ave una preciosa imagen de Nuestra Señora.

Atribuyó en seguida el piadoso conde la desobediencia de su halcón y la aparición de tan bella imagen a un prodigio obrado por el Dios todopoderoso, con objeto de que recibiera su amorosa Madre el debido culto ante su sagrada imagen de las gentes de sus tierras y los demás habitantes de los pueblos comarcanos.

—Permitid Señora de los cielos, exclamó entonces el caballero echando pie a tierra y postrándose de rodillas ante la hermosa imagen de la divina Señora; permitid, repitió, que profane el humilde templo que habéis elegido en el hueco de esa dichosa encina para trasladaros a mi castillo. En su pobre capilla recibiréis bondadosa los homenajes de adoración y gratitud que mis vasallos y yo 0s dedicaremos continuamente hasta el momento en que concluida la obra del nuevo templo que mandaré construiros, os trasladéis a su sagrado altar.

A él iremos siempre nosotros y nuestros sucesores, a implorar los favores de vuestro amado Hijo, no dudando que con tan poderosa intercesión como la vuestra todo se logrará del Dios bondadoso y omnipotente.

Cumplió su promesa el Sr. de Bouchet, y en el mismo islote donde hallara la preciosa imagen de la Virgen, mandó edificar un hermoso santuario dedicado a Nuestra Señora bajo la advocación de Virgen del Mar Rojo.
 
Infinitos fueron los beneficios que disfrutaron en el país del Berry todos sus habitantes, desde el momento feliz en que poseyeron tan valiosa joya, tan preciado tesoro.

La devoción a la Virgen del Mar Rojo, no solo era grande en Berry sino en Francia entera; por todas partes se había extendido la fama de sus portentosos milagros.

En tiempos de la revolución se destruyó, como otros muchos, este célebre templo al que iban en religiosa romería multitud de cristianos ansiosos de visitarla y adorar en él a su bondadosa madre y protectora la Virgen del Mar Rojo.


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