ORACIÓN
Oh, Buen Dios y Padre mío,
que elegiste al sacerdote Juan Eudes
para predicar las infinitas riquezas de Cristo.
que elegiste al sacerdote Juan Eudes
para predicar las infinitas riquezas de Cristo.
Por su enseñanza y ejemplo,
ayúdanos a conocerte mejor
y a vivir fielmente a la luz del Evangelio.
Oh Dios, que inspiraste en el bendito Juan,
ayúdanos a conocerte mejor
y a vivir fielmente a la luz del Evangelio.
Oh Dios, que inspiraste en el bendito Juan,
tu confesor, un celo ferviente
por promover la devoción
a los corazones sagrados de Jesús y María,
y a través de él estableciste
nuevas congregaciones religiosas en tu Iglesia;
concede que, al respetar sus méritos,
podamos ser instruidos por su ejemplo.
Glorioso San Juan Eudes,
santo patrono y protector de las mujeres,
que por dificultades de la vida,
están muy necesitadas
de medios, ayuda y oración,
para mejorar y aumentar su dignidad,
y así enriquecer su alma.
Concede a todas las mujeres que deseen
hacer cambios para mejorar su futuro
la oportunidad de poderlos llevar a cabo,
con sabiduría, fortaleza y valor.
San Juan Eudes,
ruega por nosotros.
San Juan Eudes, elegido de Dios,
San Juan Eudes, elegido de Dios,
ruega por nosotros.
Modelo de vida cristiana,
Modelo de vida cristiana,
ruega por nosotros.
Fiel cumplidor de la Voluntad divina,
Fiel cumplidor de la Voluntad divina,
ruega por nosotros.
San Juan Eudes, penetrado de amor a Jesús,
San Juan Eudes, penetrado de amor a Jesús,
ruega por nosotros.
Conocedor de los divinos misterios,
Conocedor de los divinos misterios,
ruega por nosotros.
Amén
Una humilde celda del seminario de Caen oyó muchas veces la tos angustiosa del anciano Padre Eudes, meses antes de morir.
El santo trabajaba ansiosamente, momento tras momento, temiendo no terminar su obra. El pulso tembloroso y caduco de la mano blanquísima iba escribiendo las últimas páginas de su portentoso libro El Corazón de la Madre Admirable.
Sentía el Padre Eudes el misterioso martirio de un artista encargado, solo, de levantar una gran catedral suficiente para agotar el trabajo y la energía de un pueblo entero. Porque era una asombrosa basílica lo que estaba construyendo con su pluma en honor del Corazón de María y de Jesús.
Algunos años antes, en la soledad de Port-Royal, Blas Pascal angustiaba también sus cartas con el temor de morir sin terminarlas.
Dos actitudes aparentemente análogas aunque fundamentalmente distanciadas, nacidas en los dos corazones más selectos de la Francia del siglo XVII.
En el santo de Normandía era la angustia de un hijo fiel que quiere terminar la tarea de amor antes de llegar al Padre de la heredad; y en el solitario de Port-Royal, nacía del temor al Juez eterno... Pero ambas actitudes eran dignas de la grandeza de Francia en el siglo de su apogeo.
El libro que el Padre Eudes, imponiéndose sobre su debilidad y sus achaques, escribía, lo había comenzado años atrás. Constaba de doce partes en que se trataba a fondo la devoción al dulcísimo Corazón de María, e iba a ser la más considerable de sus obras.
El Padre Eudes había iniciado su trabajo de escritor cuarenta y tres años antes, con su libro Vida y reino de Jesús. Desde entonces se había alineado en el puesto adelantado de los escritores ascéticos católicos de mayor relieve.
El Reino de Jesús figura al lado de la Imitación de Cristo, de la Vida de Jesús, de San Buenaventura, de los Ejercicios de San Ignacio, de La vida devota, de San Francisco de Sales.
La lógica característica de su pensamiento y de sus actividades, lo había de llevar a terminar su vida escribiendo el más hermoso tratado que ha salido de pluma humana sobre el Corazón de Jesucristo.
El título completo del libro del Padre Eudes era "Vida y reino de Jesús en las almas cristianas". Una vulgarización de la doctrina de San Pablo, sobre el cuerpo místico. La idea principal es "que la vida cristiana debe ser una continuación de la santísima vida que Jesús llevó en la tierra".
Después de probar la realidad de esa sublime tesis, el santo pasa a metodizar ese ideal, a trazar el plan práctico de llevar a efecto esa obligación que arranca de nuestra incorporación a Cristo por el santo bautismo.
No es fácil dar una idea ni ponderar la obra; sólo el que ha catado ese riquísimo yacimiento del más legítimo oro de espiritualidad cristiana puede saber del admirable contenido.
Junto con este manual del verdadero cristiano, San Juan Eudes escribió otros tratados acerca de la misma materia; pero debemos llamar la atención particularmente sobre el librito Contrato del hombre con Dios por el santo bautismo, que con un plan perfecto, y con una extraordinaria densidad de pensamiento, subraya los sublimes deberes del bautizado de renunciar al pecado, y de adherirse a Cristo.
Un célebre místico francés, autoridad acerca de los caminos espirituales, declaró después de leer este opúsculo, que era "el libro más lleno de unción del Espíritu Santo que había encontrado en su vida".
El santo trabajaba ansiosamente, momento tras momento, temiendo no terminar su obra. El pulso tembloroso y caduco de la mano blanquísima iba escribiendo las últimas páginas de su portentoso libro El Corazón de la Madre Admirable.
Sentía el Padre Eudes el misterioso martirio de un artista encargado, solo, de levantar una gran catedral suficiente para agotar el trabajo y la energía de un pueblo entero. Porque era una asombrosa basílica lo que estaba construyendo con su pluma en honor del Corazón de María y de Jesús.
Algunos años antes, en la soledad de Port-Royal, Blas Pascal angustiaba también sus cartas con el temor de morir sin terminarlas.
Dos actitudes aparentemente análogas aunque fundamentalmente distanciadas, nacidas en los dos corazones más selectos de la Francia del siglo XVII.
En el santo de Normandía era la angustia de un hijo fiel que quiere terminar la tarea de amor antes de llegar al Padre de la heredad; y en el solitario de Port-Royal, nacía del temor al Juez eterno... Pero ambas actitudes eran dignas de la grandeza de Francia en el siglo de su apogeo.
El libro que el Padre Eudes, imponiéndose sobre su debilidad y sus achaques, escribía, lo había comenzado años atrás. Constaba de doce partes en que se trataba a fondo la devoción al dulcísimo Corazón de María, e iba a ser la más considerable de sus obras.
El Padre Eudes había iniciado su trabajo de escritor cuarenta y tres años antes, con su libro Vida y reino de Jesús. Desde entonces se había alineado en el puesto adelantado de los escritores ascéticos católicos de mayor relieve.
El Reino de Jesús figura al lado de la Imitación de Cristo, de la Vida de Jesús, de San Buenaventura, de los Ejercicios de San Ignacio, de La vida devota, de San Francisco de Sales.
La lógica característica de su pensamiento y de sus actividades, lo había de llevar a terminar su vida escribiendo el más hermoso tratado que ha salido de pluma humana sobre el Corazón de Jesucristo.
El título completo del libro del Padre Eudes era "Vida y reino de Jesús en las almas cristianas". Una vulgarización de la doctrina de San Pablo, sobre el cuerpo místico. La idea principal es "que la vida cristiana debe ser una continuación de la santísima vida que Jesús llevó en la tierra".
Después de probar la realidad de esa sublime tesis, el santo pasa a metodizar ese ideal, a trazar el plan práctico de llevar a efecto esa obligación que arranca de nuestra incorporación a Cristo por el santo bautismo.
No es fácil dar una idea ni ponderar la obra; sólo el que ha catado ese riquísimo yacimiento del más legítimo oro de espiritualidad cristiana puede saber del admirable contenido.
Junto con este manual del verdadero cristiano, San Juan Eudes escribió otros tratados acerca de la misma materia; pero debemos llamar la atención particularmente sobre el librito Contrato del hombre con Dios por el santo bautismo, que con un plan perfecto, y con una extraordinaria densidad de pensamiento, subraya los sublimes deberes del bautizado de renunciar al pecado, y de adherirse a Cristo.
Un célebre místico francés, autoridad acerca de los caminos espirituales, declaró después de leer este opúsculo, que era "el libro más lleno de unción del Espíritu Santo que había encontrado en su vida".
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