SAN JACOBO, ORACIÓN PARA PROTECCIÓN FAMILIAR


ORACIÓN
 
Glorioso san Jacobo, que viviste la fe al extremo,
en tu labor como Jesuita misionero.

Tu fe me inspira a amar y honrar
al Sagrado Corazón de Jesús,
para santificar a mi familia,
creada en el sacramento del matrimonio,
y para quién te pido, piadoso santo,
tu bendición y protección.



Tu siempre estuviste alerta
para mejorar la pureza del corazón y cuerpo,
y promover la justicia de todos,
extiende estos dones a mi familia,
para que fortalecidos en ellos
permanezcamos siempre en amor,
unión, armonía y prosperidad.
 
Te ruego que veles por nuestra salud,
tanto física como mental y espiritual.

Nosotros nos esforzaremos
en luchar contra las obras del mal,
incluso a costa de nuestras vidas,
como lo hiciste tu, con valentía ejemplar,
durante toda tu vida y muerte.

Amén.

 
El primer glorioso mártir cristiano que hubo en la isla de Madagascar, San Jacobo, o Santiago Berthieu, fue sacrificado en 1896. Antes de él, la enorme isla no había sido fecundada por la sangre de los misioneros.
 
Madagascar está situada en el Océano Índico, frente a la costa oriental de África, y separada del continente negro por el canal de Mozambique, que mide cuatrocientos kilómetros de ancho. Se dice que es parte de los restos de un viejo y vasto continente dislocado.
 
La superficie de Madagascar es de quinientos noventa y dos mil doscientos kilómetros cuadrados, por lo cual es una de las islas más grandes del mundo; en tamaño, sólo la superan Groenlandia, Nueva Guinea y Borneo. En la actualidad pertenece a la República Malgache.
 
Su suelo está formado por una altiplanicie central de rocas cristalinas, ribeteada de capas sedimentarias; ese suelo cubre las dos terceras partes de la isla y termina en sus extremos oriental y occidental en abruptos acantilados, rematados por rocas volcánicas.
 
En la mitad de la isla se eleva una masa de montañas desordenadamente dispuestas; su pico más alto es el Tsiaje-Javona. En realidad, carece de ríos propiamente navegables, pues la mayor parte de sus corrientes ofrecen caídas y rabiones. Otros ríos más largos, como el Onitaby, Mangoby, Tsirihibina y otros, sufren períodos de sequía cada seis meses.
 
De la época de las misiones del padre Berthieu, a la fecha, esto es, en poco más de cien años, el cristianismo ha ganado terreno en Madagascar, tanto que ahora la mitad de su población es cristiana, pues, profesan la fe de Cristo.
 
La historia moderna de Madagascar puede resumirse brevemente de la siguiente manera: la población primitiva estaba formada por negros que procedían del continente africano, así como de otros grupos originarios de Asia. Siglos después llegaron los inmigrantes de Arabia y de la India. En el siglo XV, conquistadores malayos penetraron hasta la meseta central, desde donde extendieron sus conquistas y lograron cierta hegemonía en la isla, a pesar de que las diferentes tribus, de naturaleza belicosa, mantenían siempre su autonomía. De todas las tribus, la de los Hoyas fue la que se organizó mejor, estableciendo una especie de monarquía feudal.
 

 
En 1885, Francia se posesionó de la bahía de Diego Suárez, y cinco años más tarde proclamó su protectorado sobre la isla entera. La década de 1890 a 1900, se caracterizó por la rebeldía de los nativos contra los franceses; esta crisis culminó en 1896, cuando la soberana de los Hoyas fue destronada por los europeos.
 
Durante algunos años, Madagascar fue simplemente una colonia francesa; en 1958 se le concedió autonomía, pero siempre dentro de la llamada Comunidad Francesa; y por fin, en 1960 se erigió en país independiente con el nombre de República Malgache. La capital de este nuevo país se llama Tananarive.
 
El aspecto de la población es una curiosa mezcla de lo nativo y lo europeo. Abundan las mansiones estilo francés, pero con decorados indígenas y jardines formados con la vegetación propia del país, por lo que el forastero contempla un paisaje sumamente original.
 
San Jacobo puede ser considerado como uno de los factores más importantes en el desarrollo cultural de Madagascar. Paternal evangelizador, hombre bueno y sacerdote responsable, dejó un profundo surco sembrado con la semilla más generosa de todas: la de la fe.
 
De todos los  habitantes cristianos de Madagascar, puede asegurarse que por lo menos dos terceras partes son fruto del sacrificio que tan esclarecido misionero ofreció por las almas en 1896.

 

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