SAN PANTALEON, ORACIÓN AL SANTO MÉDICO DE LOS POBRES


ORACIÓN

¡Oh Buen Dios, amable y todopoderoso!
que siempre lleno de bondad hacia tus hijos,
siempre atento a nuestros problemas,
aflicciones y toda necesidad,
nos aportas todo consuelo y solución
para cada una de ellas al instante:

Tu que otorgaste a san Pantaleón
la facultad de abogar por todos nosotros,
danos a nosotros, por tu inmenso Amor
la salud de cuerpo y alma que tanto precisamos. 


Te rogamos ¡oh Padre Omnipotente!
nos que nos sea concedida por la mediación
 del siempre milagroso médico san Pantaleón,
 que Tú elegiste como señal de paz para Tu Iglesia,
cuando hiciste brotar colmada de hojas y frutos
 las ramas secas del olivo donde fue torturado,
 la paz para nuestra conciencia,
así como la de nuestras familias,
 nuestros amigos y conocidos

y para todo el mundo entero.

 Te pedimos también 
por esa bendita Sangre que año a año
 se licúa en secular milagro, 
la gracia que hoy tanto precisamos:

(hacer la petición, para sí mismo u otra persona).

Por mi parte, yo te prometo
continuar cada día con más fe, 
mi devoción al glorioso mártir san Pantaleón, 
rezarle con más frecuencia, 
difundir su devoción 
 y ofrecerle un generosa limosna 
al pobre más necesitado que yo.

Padre Bueno te imploro nos concedas también
 un corazón grande y generoso
 que te sepa ver a Ti en el rostro de los otros,
así como la paz y felicidad
 que con inmensa fe esperamos de tu Misericordia.

 Así sea. 

Rezar tres Padrenuestros, tres Avemarías 
y tres Glorias.

  La oración junto a los rezos se hacen tres días seguidos.
 
San Pantaleón, un gran Médico

Cuando vivía San Pantaleón, hacia el siglo IV de la Era Cristiana, la medicina era una ciencia que comenzaba. Sin embargo, tuvo ilustres maestros.
 
Basta recordar los nombres de algunos médicos del mundo antiguo. Hipócrates, Esculapio y Galeno, por ejemplo, se han convertido en símbolos de la medicina.
 
Hasta la fecha, hablar de un "galeno" es referirse a un médico, y la ética profesional de nuestros días está inspirada —y lo estará siempre— en el "juramento hipocrático", donde el padre de la medicina fijó el aspecto moral de esa ciencia venerable.
 
Notables cirujanos, buenos teóricos y estimables químicos los había ya en los primeros siglos de nuestra Era, y San Pantaleón fue un médico eminente.

Sin embargo, este varón ejemplar se preocupó por alcanzar, y ofrecer, otra salud: la del espíritu.
 
Se sabe que en repetidas ocasiones dijo: "Jesucristo es el médico por excelencia, porque lo es del cuerpo y del alma".
 
El ejercicio de la medicina proporcionaba a San Pantaleón muchas satisfacciones, ya que por medio de ella podía devolver la salud a los enfermos, o aliviar el dolor físico; pero este ejercicio, paciente y abnegado, no le bastaba para su más grande aspiración.
 
Fue entonces cuando, en un admirable ejemplo de renunciamiento, decidió abrazar el estado religioso, dedicándose con sublime solicitud a devolver la salud del alma.
 
Surgió así el médico completo, el hombre que sacrificándose por amor a sus semejantes, atendía por igual las necesidades del cuerpo y del espíritu.
 
Podemos decir que la "medicina espiritual" es la única en que no caben transformaciones esenciales. Entre Alejandro Fleming, descubridor de la penicilina, y Paracelso o cualquiera de los alquimistas de la Edad Media que andaban tras la piedra filosofal, hay un abismo; entre el brujo y el físico nuclear, también. Pero entre el magisterio espiritual de San Pedro, al de Paulo VI, no hay sino un puente, una cadena de eslabones semejantes. Pueden variar los aspectos externos, pero no el fondo, inconmovible y sustentado por la fe.
 
En el caso de Pantaleón, hombre santo y docto, resulta natural la elección del camino espiritual; el ejercicio de su ministerio le engrandece, por cuanto supera, con tan sublimes tareas, el ejercicio de la medicina común.
 
Notable por esto y por otros muchos aspectos, que sería prolijo enumerar, la vida de San Pantaleón es una de las más edificantes de los primeros siglos del cristianismo; su conversión, su ejemplo, su testimonio de amor a Cristo, la solicitud y amor que tuvo para con los pobres y desvalidos, inscribieron su nombre, con letras de oro, en la galería de los benefactores de la humanidad.

 

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